Recuperar textos que alguna vez explicaron o adelantaron lo que sería la realidad, que pusieron en juego nuevas concepciones que hoy son moneda corriente. Fragmentos de revistas, libros, notas sueltas, videos. Todo el material aquí contenido es solo para compartir lecturas. No se saca ningún provecho económico.

domingo, 21 de julio de 2013

Lecturas de manual. Hoy: El trabajo

El mundo del trabajo, y particularmente del trabajo rural, siempre fue presentado en los libros de lectura como el acto altruista de seres sin intenciones económicas y que trabajaban la tierra por un acto de amor y entrega. No era el trabajo del cosechero ni del leñador un algo para vivir la vida de manera digna. Los que hablaban en nombre de la civilización los nombraban como algo más del paisaje. Nacieron y morirán trabajando el campo igual que lo harán sus hijos.
“Siempre fueron ricas las cosechas de su cortinal, por­que él sabía arrancar a la tierra sus mejores dones.” se dice en “El tesoro del labrador”(1)  Nunca aprovechados por él, esos dones aprendidos eran para la renta de otro, que a su vez iba a disfrutar del hijo del labrador ya que al morir dice a su hijo “Te dejo un tesoro; el mismo que me legó mi padre al morir. Lo encontrarás si trabajas como lo has hecho conmigo. Está allá, en ese pedazo de campo que, año tras año, hemos cultivado. Cuídalo bien y no permitas que nadie te lo robe... Cuando yo me haya ido para siem­pre...” Recibido, vivido y entregado el tesoro del pobre que era el trabajo para el heredado tesoro económico del terrateniente.
En “La chacra”(2) se describe la actividad... “El labrador rotura la tierra y canta... Él sabe que el suelo es generoso con el hombre que lo cultiva con dedicación y cariño.” Y de vuelta a la emoción y a la descripción bucólica de una actividad que sostenía a unos pocos con el trabajo de muchos.
Sabida es ya la explotación de la que fueron víctima siempre los peones de los ingenios azucareros. pero en “Un ingenio de azúcar en Tucumán”(3) decían “Se trabajaba día y noche. Había tres turnos de obreros en las veinticuatro horas. El trepidar de las máquinas, conmoviendo el valle, parecía una cosa más del cielo que de la tierra. El ruido de los mo­tores, de las centrífugas, de las grúas, de los vago­nes era insoportable en los primeros días. Pero, paulatinamente, se aceptaba como algo natural, tal como la luz o el aire.”  Esta última oración naturaliza las condiciones de trabajo que describe más arriba como “insoportable”. Pero no habla de los hombres que la sufren, la describe como un algo que es. Luego sigue con la descripción de la producción del azúcar como si ese proceso fuera realizado sólo con máquinas: gana la producción y desaparece el hombre.
En otro libro bajo el título de “La producción del azúcar”(4) se dice “En los plantíos y en los ingenios azucareros, al ter­minar el trabajo, cada peón tiene el derecho de llevar dos cañas. ¡Y es de ver con qué amor las eligen, cómo saben descubrir en una carretada, al primer vistazo la caña más larga, la más gorda, la más dura, la más jugosa!” y se nombra al derecho en el llevar dos cañas. Y luego agrega, . ‘Cada indio es un trapiche’, .., entre todas las peonadas, consumen lo bas­tante como para fabricar dos mil toneladas de azúcar!” Y describe el masticar como “ese rumor áspero y sordo de los rumiantes cuando mueven a compás sus molares.” Volviendo a transformar al trabajador en un “todos” con la naturaleza y los animales “Era el momento propicio para todos, hasta para las gallinas, los chivos y los perros...
Nada se dice en ninguno de los libros mencionados sobre quiénes son los beneficiarios de la siembra, del trabajo en las chacras, en los ingenios azucareros. No hay mundo del trabajo e intereses económicos.
Pero cuando de esto se hablaba en los libros escolares y desde hacía tiempo, el trabajo explotaba por la explotación del dueño, del exportador, del Estado burgués. De lo que sigue no hay ni rastros en ninguno de los textos dedicados para alumnos. Un soberano educado a espaldas de lo ocurrido.
Una breve enumeración de algunos conflictos de los trabajadores y las clases populares.
En 1902 una huelga de portuarios, ya que “En los puertos, el trabajo de los estibadores se realizaba en condiciones de una explotación despiadada. Las bolsas de cereales eran, a veces, de 100 a 120 kilos de peso. La jornada dependía de la arbitrariedad del capitalista. Los portuarios de Buenos Aires tomaron la iniciativa de organizar un movimiento conjunto en el orden nacional para:
1. Negarse a cargar: a) en cereales, pesos mayores de 65 a 70 kilogramos, lo mismo respecto a bolsas con frutos del país; b) lienzos de lana, en rama, hasta 65 a 70 kilogramos; c) canastas de carbón hasta 55-60 kilogramos; d) bolsas de azúcar, carbón y tasajo, hasta 65-70 kilogramos. 2. No permitir ni rebaja de sueldo ni disminución del número de gente que es costumbre emplear para las operaciones de carga y de descarga.”
“Y, por su parte, los peones del Mercado Central de Frutos de Barracas al Sur, 5.000 obreros, salieron a la huelga por: 1) abolición del trabajo a destajo; 2) salario mínimo de $ 4 diarios y de $ 2,50 para los menores de 12 años; 3) jomada de 9 horas y pago en domingos y horas extras de un 50 % más; 4) equiparación de los pesos a cargar con los planteados por la Federación de Estibadores; 5) reconocimiento por parte de la patronal de la organización gremial.”(5)
En 1907 se produce la huelga de inquilinos. “El inusual movimiento de resistencia se inició a comienzos de setiembre en los conventillos de la calle Ituzaingó 279-325, en los que residían aproximadamente 130 familias, y se fue extendiendo velozmente por la ciudad. Algunos propietarios transaron, pero otros trataron de recurrir al desalojo compulsivo. En el inquilinato de San Juan 677 la intervención de la policía de Ramón Falcón dejó un muerto y varios heridos” (6)
El 9 de enero de 1919, luego de los acontecimientos que dan origen a la “Semana trágica” y de producirse una huelga total “La misma noche del 9, Yrigoyen cita al general Dellepiane, que ya había sido jefe de policía y se había distinguido en la represión antiobrera en el Centenario, y lo designa, para hacerse cargo de inmediato, jefe de todas las fuerzas armadas, militares y civiles, de la Capital, encargadas de la represión. El general Dellepiane, al día siguiente, reunió a la plana de oficiales y le planteó: "Señores, si en el plazo de 48 horas no se restablece la normalidad y la situación se agrava, haré emplazar la artillería en la plaza Congreso (donde ya estaba acampada la 2- división del Ejército, para acudir rápidamente a cualquier punto) para atronar con los cañones la ciudad. Y el escarmiento será tan ejemplar que por 50 años nadie osará alzarse para perturbar la vida y la tranquilidad pública". (7)


En 1920, por Río Gallegos, en la Patagonia trágica se pedían las siguientes reivindicaciones: “1) Abolir los "camarotes" (se trataba de unos cajones grandes sobre los que se extendía un cuero para dormir) y colocar camas o catres con colchón por cuenta del patrón. No más de tres hombres por pieza de 4 X 4 y piezas ventiladas y desinfectadas cada ocho días. Un lavatorio y agua abundante por pieza. 2) Luz por cuenta del patrón y estufa, bancos y luz en cada lugar de reunión (se trataba que los obreros debían adquirir las velas que utilizaban en sus piezas, los estancieros, únicos vendedores de las mismas, se las cobraban a razón de 80 centavos por paquete de 4, lo que en Buenos Aires costaba 20 centavos). 3) El sábado a la tarde debe ser para lavarse la ropa. 4) Tres platos de comida. 5) En casos de fuerte ventarrón o lluvia no se trabajará a la intemperie. 6) Botiquín con indicaciones en lengua española. 7) El patrón debe colocar de vuelta en su lugar de origen a cada obrero que despida. 8) Salario mínimo de $ 100 por mes y estipulaciones por categoría. 9) Reconocimiento de la Sociedad Obrera.” (8)
Para resolver el conflicto social “Se envió, por orden del Presidente una unidad militar al mando del teniente coronel Héctor B. Varela, jefe de antigua militancia radical. Este comandante, que debió actuar al parecer sin órdenes precisas, en contacto con la realidad de la región y pese a las protestas de los empresarios -que aspiraban a que se reprimiera a los "bandidos que se dicen huelguistas"— protagonizó una mediación que terminó con la imposición de un convenio incorporando mejoras en las condiciones de trabajo. Pero la situación económica se agravó en 1921. Los empleadores burlaron las condiciones fijadas; se reanudó el conflicto, produciéndose nuevos hechos de violencia por ambas partes. El gobierno recurrió nuevamente al Ejército. La segunda intervención de Varela es descripta así por el historiador Alain Rouquié:"... parece prisionero de los asustados propietarios. Se extralimita en sus atribuciones. Aplica la ley marcial sin que haya sido declarado el estado de sitio, olvidándose de la Constitución y de la ley, de la Justicia civil y militar. Los rebeldes son fusilados en masa. Los medios anarquistas hablan de 1500 muertos: la cantidad de 300 a 400 parece un mínimo verosímil". ¿Había recibido órdenes verbales para actuar duramente? ¿Lo hizo por propia iniciativa...? Los fusilamientos de dirigentes y de cientos de huelguistas aplastaron el movimiento ante el beneplácito del sector patronal y los sectores conservadores como la Liga Patriótica Argentina. Pero la represión fue conocida por diversos medios en Buenos Aires. La prensa obrera e izquierdista denunció los hechos y también lo hizo la bancada socialista en el Congreso, poniendo en difícil situación al oficialismo.” (9)

Esta es una descripción corta de algunas peticiones de los obreros. La enumeración excede las posibilidades de esta nota y abundan los ejemplos en la red y en algunos libros de historia. En “La semana trágica”, ocurrida en enero de 1919, se puede ver el enorme descontento de miles y miles de trabajadores que daban lugar a las también enormes ganancias de los pocos que ya disfrutaban de la Argentina agroexportadora.
Jorge Narducci

Lo que resalta de las peticiones de los obreros antes enumeradas es el trato recibido que hizo que éstos pidieran reivindicaciones que hoy se verían como esclavistas. El trabajo a destajo, el peso de las bolsas, colchones, lavatorios, velas, y otras que no hablan de pedir una vida digna sino apenas una vida. Y los libros de lectura en silencio, educando al nuevo empleado dócil y replicador de desigualdad.
(1) Forgione, J., Alfarero, libro de lectura para cuarto grado, Ed. Kapelusz, Primera edición 1942 Págs. 81-83
(2) Op. Cit. 84-85
(3) Capdevila – García Velloso, Nueva Jornada, Texto de lectura para cuarto grado, Ed. Kapelusz Primera edición 1940 Págs. 82-84
(4) Tolosa – Fesquet, Proa (libro de lectura para cuarto grado), Ed. Estrada, 1935
(5) Echagüe, Carlos M., Las grandes huelgas, “La historia popular/Vida y milagros de nuestro pueblo”, Centro Editor de América Latina, 1970, págs. 19 y 20
(6) Páez, Jorge, El conventillo, colección “La historia popular/Vida y milagros de nuestro pueblo”, Centro Editor de América Latina, 1970, pág. 32
(7) Echagüe, Carlos M. Op. cit.
(8) Echagüe, Carlos M. Op. Cit.
(9) Colección Historia Argentina, desde la prehistoria hasta la actualidad, Colegio Nacional Buenos Aires, Página 12, Págs. 490 a 492

Leer textos originales de las lecturas AQUÍ
Leer Pasado en letras AQUí
Revista "Caras y caretas" del 18 de enero de 1919 con fotos de la Semana Trágica AQUÍ
Álbum Picasa AQUÍ


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