Recuperar textos que alguna vez explicaron o adelantaron lo que sería la realidad, que pusieron en juego nuevas concepciones que hoy son moneda corriente. Fragmentos de revistas, libros, notas sueltas, videos. Todo el material aquí contenido es solo para compartir lecturas. No se saca ningún provecho económico.

sábado, 3 de agosto de 2013

Lecturas de manual. Hoy: el indio

En una de las manifestaciones en que más se cristaliza la formación subjetiva sobre los otros es en las opiniones o en la forma de referirse a los habitantes originarios de este país (y de todos los otros). El eufemismo o la cordialidad con que se nombran a aquel y este habitante denota que los derechos y las formas de pedir lo que corresponde “están bien” siempre que se trate de un ser histórico o de alguien alejado al cual se le pueda ofrecer caridad. La oposición generada en los orígenes de este estado dependiente de la economía europea entre civilización-barbarie, sigue intacta entre aquellos que se formaron con las concepciones mitristas y sarmientinas de los pobladores de estas tierras. El siglo XX desparramó de variadas formas la mirada de inferior y salvaje a aquel que no cumplía con las expectativas agroexportadoras dependientes de la economía europea. Daba lo mismo un Paraguay industrial que un mapuche defensor de su tierra y de su estirpe. Todo era arrasado en nombre de la civilización, en nombre de la economía civilizada, en nombre de los que se beneficiaban con la tierra arrasada a la barbarie.
La lectura de los libros que formaban al ciudadano civilizado, garantizaba la aceptación de lo bueno como aquello que sacudió toda molestia para hacer de Argentina (y de América) un puñado de materias primas desparramadas sobre el suelo. Las armas erradicaron la carne, y los libros la memoria. Bien lo dice el himno, “con la espada, con la pluma y la palabra” se logró controlar todo lo que se opusiera al destino fijado por aquellos que organizaron la patria.
Como ya se dijo en las otras notas de la serie “Lecturas de manual. Hoy....” la formación de los ciudadanos sobre el trabajo, la ley, el orden, lo civilizado, etc. conformó siempre un sistema de reglas que debieron aceptar las mayorías en beneficio de la minoría económicamente poderosa.
En los libros de lectura se puede encontrar una variada forma de invisibilizar o descalificar a algunos, y de sobreestimar a otros.
En 1923 se podía leer en segundo grado “Los españoles trataban de civilizar a los indios y, si no lo conseguían, los perseguían librando con ellos terribles batallas.
Hoy en el territorio argentino quedan muy pocas tribus, en las gobernaciones del norte y en
las del sud, hallándose la mayoría en estado civilizado.”(1) La idea de “batallar para civilizar” y no la de “destruir para invadir” comienza el camino. Y sigue años después con “Nosotros pertenecemos a la raza española, comprendiendo en tal dominación a España y Portugal, y a todos los pueblos que son hijos suyos...”(2)
Luego, ya en 1937, de aquel lector modelo de segundo grado,que debía entender el “batallar para civilizar”, se pasa a otro más modesto que lee, en “Viviendas indígenas”: ”Mirando una lámina sobre viviendas indígenas, se me ocurrió pensar en el cuento de los tres chanchitos.”(3) Y luego de expresar su miedo por un lobo inexistente y de otros animales feroces, culmina con “Pero ahora sé que los indios ahuyentaban a las fieras por medio de grandes fogatas y ningún lobo feroz llegó a destruir sus viviendas.” Nada dice de los que las destruyeron de tanto batallar por la civilización.
Es el infaltable “Alfarero”(4), libro que pasó más de 25 años por las escuelas del país, el que cristaliza la doctrina. En “Sacrificio por la patria” y con un retrato del Gral. Roca, cuenta que ”Los expedicionarios se dirigieron al Sur, "para someter cuanto antes, por la razón o por la fuerza, a los salvajes que impedían ocupar definitivamente los territorios más ricos y fértiles de la República".
Y luego de defender la tierra fértil , “el general Roca sometió a catorce mil indios bravíos y los concentró en colonias indígenas para habituarlos al trabajo; libró del poder del indio a más de cuatrocientos cristianos que vivían como cautivos en las tolderías y llevó al desierto los primeros progresos.”
La idea sostenida y repetida por más de cincuenta años comienza a transformarse en verdad. Ni los niños ni los adultos piensan en los “Indios”. La cantidad de tierra fértil en los territorios más ricos no sirvió para enriquecer o generar una vida digna a los millones de pobladores del país. “El éxito obtenido en la llamada “conquista del desierto” prestigió frente a la clase dirigente la figura de Roca y lo llevó a la presidencia de la república. Para el estado nacional, significó la apropiación de millones de hectáreas. Estas tierras fiscales que, según se había establecido en la Ley de Inmigración, serían destinadas al establecimiento de colonos y pequeños propietarios llegados de Europa, fueron distribuidas entre una minoría de familias vinculadas al poder, que pagaron por ellas sumas irrisorias.
Algunos ya eran grandes terratenientes, otros comenzaron a serlo e inauguraron su carrera de ricos y famosos. Los Pereyra Iraola, los Álzaga Unzué, los Luro, los Anchorena, los Martínez de Hoz, los Menéndez, ya tenían algo más que dónde caerse muertos.”(5)
El territorio para unos pocos ya es un hecho, y las lecturas comienzan a modificar el lenguaje pero no la ideología.
Los libros de lectura comienzan una narrativa del indio relacionada con su simbiosis con el caballo. En 1942, en “El indio y el caballo”(6) se avisa que esta relación comienza gracias a los españoles que trajeron el animal hacia América, y que le permitió sentir “la sensación de ser el dueño de su libertad.” Y páginas más adelante, en el mismo libro pero en “La provincia de Buenos Aires”(7) y luego de describir la provincia como un lugar con minerales, vegetación y animales y sin personas termina con “El pampero, que viene de la Cordillera y va hacia el mar, fresco y seco, barre aquellas llanuras hoy pobladas y florecientes, donde en otro tiempo, junto a una fauna salvaje de guanacos, venados y avestruces, reinó con bárbara majestad el hijo del desierto.” Y nombra en la metáfora la vieja oposición “civilización o barbarie”.
Nada para decir de “El indio del desierto”(8) texto de Dionisio Schóo Lastra, secretario privado del Gral. Roca.
Y para terminar este recorrido escolar, en “Los orígenes de muchas ciudades bonaerenses”(9) se dice hablando de los fortines: “Desde esos centros, hoy verdaderas ciudades, se combatió al salvaje. Se peleó a lanza y a sable. También a lazo y boleadora.” Y todavía en 1956 se sostiene la idea de salvaje. Como si esto no alcanzara para demostrar a quienes se reconocía como personas o civilizados, casi al final se entusiasma el autor: “ Los trenes empezaron a traer pulidos muebles de la metrópoli. Al catre lo reemplazó pronto la cama; a la tirante lona, el mullido colchón.” Se sepulta y se condena al olvido uno de los pedidos de los trabajadores de la patagonia trágica: “Abolir los "camarotes" (se trataba de unos cajones grandes sobre los que se extendía un cuero para dormir) y colocar camas o catres con colchón por cuenta del patrón.”(10)
Fuera del recorrido escolar también se utilizaron distintos textos para reafirmar qué era civilización y qué barbarie. Muchas son las publicaciones, muchos tuvieron que ser para instruir a un pueblo en la idea de que el sometimiento al poder de unos pocos era la única salida posible para construir este país.
En mayo de 1972 se publicaba “El huinca”, historieta histórica que ya, después de casi cien años de entrenamiento lector e ideológico, en una viñeta habla la civilización mitrista “Y güeno, si los indios buscan bronca, haberá que meterles una felpiada, o morir a la crioya... facón en mano”(11) (sic), y en otra la educación sarmientina “¡Andá a bañarte los sesos, indio asqueroso!”
A continuación están los textos completos que se citan en esta nota y una “Aventura completa” de “El huinca”.
Se encontrarán muchísimos más detalles que los resaltados aquí, como en todo texto, cada lector completará con la biblioteca que lleva a cuestas y su propio pensamiento histórico una mirada singular de este Pasado en letras.
Jorge Narducci

(1) Outón, Rogelio, Nuestro Libro (Texto de lectura para segundo grado), Ed. Kapeluz, 1923
(2) Tolosa – Fesquet, Proa (libro de lectura para cuarto grado), Ed. Estrada, 1935
(3) Crespo, Julia M., Camino llano, Libro de lectura para segundo grado– Editorial Kapelusz - 1937
(4) Forgione, J., Alfarero, libro de lectura para cuarto grado, Ed. Kapelusz, Primera edición 1942
(5) www.elhistoriador.com
(6) Cumora M. L. – Blomberg H. P.,Así es mi patria, Libro de lectura para cuarto grado, Ed. Estrada –Primera edición 1942
(7) Cumora M. L. – Blomberg H. P.,op. Cit.
(8) Azlor, C.I. – Conde Montero M., Atalaya, libro de lectura para sexto grado, Ed. Kapeluz, 1946
(9) Capdevila, A. –García Velloso, J., Nueva Jornada, Texto de lectura para cuarto grado– Editorial Kapelusz – Año 1956
(10) Echagüe, Carlos M., Las grandes huelgas, “La historia popular/Vida y milagros de nuestro pueblo”, Centro Editor de América Latina, 1970
(11) El huinca, Cielosur Editor, 1972

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